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martes, 5 de abril de 2011

ser policia


Cuando era niño  siempre me preguntaban en la escuela, la familia o en la comunidad, al igual que a miles de niños y niñas de este país ¿qué quieres ser cuando seas grande? Siempre respondía sin pensar mucho: ¡¡¡ABOGADO!!!, y mis amiguitos y amiguitas afirmaban que querían ser Maestros, Médicos, Militar, Bomberos, Miss,  entre otras profesiones que suelen estar en el imaginario social como cónsonas con la búsqueda de un status social elevado o que simplemente se parecen a las figuras con las que solemos jugar en una temprana edad.
Pero más allá de esta simple pregunta, me he puesto a pensar últimamente en el porqué nunca escuché como respuesta: quiero ser POLICÍA, y me encontré con un universo nuevo de posibles factores que intervienen en nuestra psique para que prefiera otras carreras universitarias, en vez de la función policial, como si no fuese importante ser policía.
Como parte de ese proceso de búsqueda, una de las primeras razones la encontré en mis recuerdos, y es que nunca me hablaron, ni en la familia ni en la escuela, de la policía como una opción de vida, no creo que por prejuicio o perjuicio a la función policial, sino mas bien por un tema de poca rentabilidad económica.  Nuestra sociedad siempre ha tendido hacia la capitalización de las profesiones y por ende, se privilegia aquellas que son más rentables.  Otra razón la encontré en  que tradicionalmente se observa a la función policial como una carrera de segunda, de esas en que debemos estudiar si no hay otra opción.
En ambas opciones encuentro un sesgo que invisibiliza a la policía como una carrera de gran importancia para nuestra sociedad actual y eso es un error.  Cada quien tiene un rol en la sociedad y por eso, es incorrecto hablar de profesiones de primera y de segunda, cada grano de arena que aporta cada persona en una nación es de vital importancia.  Así como hablamos de la integralidad de los derechos, debemos hablar de la multidisciplinariedad de la  vida en sociedad.
Y para ello, es necesario tener claro las funciones de la policía: resguardo de instalaciones o edificaciones públicas y privadas, promoción y protección de los derechos humanos, brindar seguridad ciudadana, protección a las personas, educar a la comunidad, prevenir el delito, profesionalizarse, entre otras;  en pocas palabras: se encargan de cumplir y hacer cumplir las leyes, y eso no es poca cosa.
¿Cómo queremos cambiar la policía si no enseñamos desde la escuela la importancia y la responsabilidad de portar un uniforme y proteger a la ciudadanía?  La dignificación de la función policial debe comenzar por cambiar nuestra cultura y qué mejor espacio para la transformación que las aulas de clase de una escuela.  Esta propuesta iría de manera cónsona con el cambio que se está materializando con la conformación de la Nueva Policía Nacional, que tiene como objetivo no sólo la reforma policial, sino también un cambio en nuestros patrones de comportamiento hacia los cuerpos de seguridad uniformados.
Ahora es más evidente una cercanía de los y las policías a su entorno, y eso incluye a las escuelas.  Desde allí, la relación policía – escuela, no debe centrarse solamente en el resguardo de las instalaciones educativas a la hora de la salida de los y las estudiantes, sino que desde adentro deben abrirse las posibilidades para que haya un contacto real entre ambos sectores y coadyuve a los y las docentes a mostrar a los niños y niñas, desde la realidad de la función policial,  una alternativa de vida.  El cambio no viene sólo desde la policía, es un proceso integral en que intervienen la mayor parte de los actores de nuestra sociedad.
El artículo 102 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece que “…La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación social…“.
En ese sentido, desde la escuela es posible promover, en consonancia con el nuevo modelo policial, los valores de humanización, integración, solidaridad, respeto por los derechos humanos y prevención.  La escuela debe fomentar la creatividad en los niños y niñas, y eso implica dejarles soñar con aquello que les guste, sin encasillarlos en lo que los adultos quieren que sea, en esa medida tendremos profesionales, incluyendo a los y las policías, con mayor respeto por su profesión y por tanto mayor compromiso con su función.
La escuela debe recordar su rol educador y transformador, debe enseñar a los niños y las niñas a reflexionar sobre lo que quiere ser cuando sea grande, pero no privilegiando algunas opciones (carreras) sobre otras, sino que por el contrario debe ofrecer objetivamente todas las alternativas posibles, para que antes de responder, puedan elegir o al menos soñar con ese futuro de una manera mas consiente y la frase “quiero ser policía“ sea cada vez más escuchada en nuestros salones como una opción de vida.
Cuando era niño  siempre me preguntaban en la escuela, la familia o en la comunidad, al igual que a miles de niños y niñas de este país ¿qué quieres ser cuando seas grande? Siempre respondía sin pensar mucho: ¡¡¡ABOGADO!!!, y mis amiguitos y amiguitas afirmaban que querían ser Maestros, Médicos, Militar, Bomberos, Miss,  entre otras profesiones que suelen estar en el imaginario social como cónsonas con la búsqueda de un status social elevado o que simplemente se parecen a las figuras con las que solemos jugar en una temprana edad.
Pero más allá de esta simple pregunta, me he puesto a pensar últimamente en el porqué nunca escuché como respuesta: quiero ser POLICÍA, y me encontré con un universo nuevo de posibles factores que intervienen en nuestra psique para que prefiera otras carreras universitarias, en vez de la función policial, como si no fuese importante ser policía.
Como parte de ese proceso de búsqueda, una de las primeras razones la encontré en mis recuerdos, y es que nunca me hablaron, ni en la familia ni en la escuela, de la policía como una opción de vida, no creo que por prejuicio o perjuicio a la función policial, sino mas bien por un tema de poca rentabilidad económica.  Nuestra sociedad siempre ha tendido hacia la capitalización de las profesiones y por ende, se privilegia aquellas que son más rentables.  Otra razón la encontré en  que tradicionalmente se observa a la función policial como una carrera de segunda, de esas en que debemos estudiar si no hay otra opción.
En ambas opciones encuentro un sesgo que invisibiliza a la policía como una carrera de gran importancia para nuestra sociedad actual y eso es un error.  Cada quien tiene un rol en la sociedad y por eso, es incorrecto hablar de profesiones de primera y de segunda, cada grano de arena que aporta cada persona en una nación es de vital importancia.  Así como hablamos de la integralidad de los derechos, debemos hablar de la multidisciplinariedad de la  vida en sociedad.
Y para ello, es necesario tener claro las funciones de la policía: resguardo de instalaciones o edificaciones públicas y privadas, promoción y protección de los derechos humanos, brindar seguridad ciudadana, protección a las personas, educar a la comunidad, prevenir el delito, profesionalizarse, entre otras;  en pocas palabras: se encargan de cumplir y hacer cumplir las leyes, y eso no es poca cosa.
¿Cómo queremos cambiar la policía si no enseñamos desde la escuela la importancia y la responsabilidad de portar un uniforme y proteger a la ciudadanía?  La dignificación de la función policial debe comenzar por cambiar nuestra cultura y qué mejor espacio para la transformación que las aulas de clase de una escuela.  Esta propuesta iría de manera cónsona con el cambio que se está materializando con la conformación de la Nueva Policía Nacional, que tiene como objetivo no sólo la reforma policial, sino también un cambio en nuestros patrones de comportamiento hacia los cuerpos de seguridad uniformados.
Ahora es más evidente una cercanía de los y las policías a su entorno, y eso incluye a las escuelas.  Desde allí, la relación policía – escuela, no debe centrarse solamente en el resguardo de las instalaciones educativas a la hora de la salida de los y las estudiantes, sino que desde adentro deben abrirse las posibilidades para que haya un contacto real entre ambos sectores y coadyuve a los y las docentes a mostrar a los niños y niñas, desde la realidad de la función policial,  una alternativa de vida.  El cambio no viene sólo desde la policía, es un proceso integral en que intervienen la mayor parte de los actores de nuestra sociedad.
El artículo 102 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece que “…La educación es un servicio público y está fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática basada en la valoración ética del trabajo y en la participación activa, consciente y solidaria en los procesos de transformación social…“.
En ese sentido, desde la escuela es posible promover, en consonancia con el nuevo modelo policial, los valores de humanización, integración, solidaridad, respeto por los derechos humanos y prevención.  La escuela debe fomentar la creatividad en los niños y niñas, y eso implica dejarles soñar con aquello que les guste, sin encasillarlos en lo que los adultos quieren que sea, en esa medida tendremos profesionales, incluyendo a los y las policías, con mayor respeto por su profesión y por tanto mayor compromiso con su función.
La escuela debe recordar su rol educador y transformador, debe enseñar a los niños y las niñas a reflexionar sobre lo que quiere ser cuando sea grande, pero no privilegiando algunas opciones (carreras) sobre otras, sino que por el contrario debe ofrecer objetivamente todas las alternativas posibles, para que antes de responder, puedan elegir o al menos soñar con ese futuro de una manera mas consiente y la frase “quiero ser policía“ sea cada vez más escuchada en nuestros salones como una opción de vida.

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